La desconexión del ser humano
Lo que más me sorprende es el ser humano. Sacrifica su salud para poder ganar dinero. Y luego sacrifica su dinero para poder recuperar su salud. Está tan ansioso por su futuro que no disfruta del presente y, como resultado, no vive en el presente ni en el futuro. Vive como si nunca fuera a morir y muere como si nunca hubiera vivido.
Dalai Lama
EL comienzo del post con esta reflexión del Dalai Lama nos da mucho para reflexionar y hacernos una idea de lo que nos espera si no damos un giro a este concepto de vida llamado progreso. Por si sola, esta cita es una excelente introducción de la realidad que está viviendo parte de la actual sociedad. Digo en parte, porque no es toda. Por suerte, somos más los que nos resistimos a dejarnos llevar por esta forma de ver el progreso.
Es paradójico pensar que estando en la era de la información, donde todos tenemos acceso a un conocimiento diría que ilimitado, puesto que es más del que podemos asimilar en toda nuestra vida, estemos más perdidos o vivamos más desconectados de nosotros que nunca. Porque me surge la pregunta, ¿elegimos o estamos dejando que elijan por nosotros?
De pequeños la felicidad es innata. Sabemos qué nos hace felices: una mirada de un ser querido o de un desconocido, una palabra acompañada de un gesto, una caricia. Sin embargo, a medida que crecemos la sociedad nos va alejando de esas cosas que tanto disfrutábamos. Así, nos vemos obligados a dedicarle cada vez más tiempo a actividades que no nos gustan tanto, mientras vemos cómo el tiempo que antes dedicábamos a lo que nos hacía felices se reduce.
Poco a poco, la sociedad nos moviliza para conseguir sus propios objetivos. Nos va transmitiendo la idea de que para ser personas exitosas no basta con ser únicos y disfrutar de esa unicidad en el respeto a los otros, sino que es necesario sacar buenas notas, después estudiar una carrera, hacer un máster, o incluso un segundo para obtener un buen trabajo que pueda satisfacer unas necesidades materiales en continuo aumento. De esta forma terminamos perdiendo la conexión con nuestro “yo” más profundo, olvidamos lo que antes nos hacía felices y comenzamos a pensar que sólo podremos serlo si somos exitosos y seguimos los patrones que ha dictado la sociedad.
Como resultado trabajamos cada vez más, aunque ese trabajo no nos guste ni nos satisfaga, haciendo que cada día se convierta en una carga que no solo nos arrebata una dosis de bienestar psicológico sino también de salud. Por eso, no es extraño que al cabo de los años terminemos enfermando y necesitemos gastar todo el dinero que hemos ahorrado para intentar recuperar la salud, a menudo sin lograrlo. Pensamos que nuestra vida es como una goma elástica que tensamos y tensamos. Damos por supuesto que nuestra salud es eterna hasta que llega un día que se rompe.
En esta carrera del éxito económico muchas personas trabajan infinidad de horas, duermen poco, se debilitan y pueden llegar a perder la salud, e incluso la familia, los amigos. La paradoja de lo descrito hasta ahora es que en infinidad de casos ese trabajo no es el que les apasiona, únicamente es un convertidor de esfuerzo y tiempo por dinero. La película “In time” muestra magníficamente esta realidad en un entorno futurista: la sociedad debe trabajar para tener tiempo de vida. Cuanto más trabajas, más horas de vida acumulas. Si las consumes todas te mueres.
Por ejemplo, en Japón las cifras son escalofriantes: en 2015 el número de víctimas por exceso de trabajo alcanzaban las 2310. Poco descanso, un exceso de estrés y unas cargas laborales acaban impactando de lleno en el corazón. Lo llaman el Síndrome Karoshi, que significa “el trabajo me está matando”.
Se dice que hay tres tipos de personas: los que hacen que las cosas ocurran, los que ven cómo ocurren y los que se preguntan qué ha pasado. Recordemos que el futuro se comienza a construir desde el presente, así que si no cambias hoy, es inútil esperar un futuro diferente.
En un proceso de coaching teleológico el cliente trabaja en su autoconocimiento y se hace más consciente. Conocernos a nosotros mismos nos permite saber cuál es nuestra razón de vivir, trazar nuestro camino hacia ese destino elegido. Vivir con consciencia nos permite ajustar nuestro camino si nos desviamos. Mientras, nos vamos enriqueciendo de lo que vamos experimentando. Incluso con el tiempo podríamos establecer otro nuevo rumbo, porque el proceso de autoconocimiento no se termina nunca, y nosotros no somos siempre los mismos, aunque en esencia sí.