La Teoría de los humores y el Calor Humano
Estamos acostumbrados a escuchar expresiones como: “en mitad de la discusión, se acaloró”, o “es una persona fría”, o “temperamental”, etc., sin saber que las palabras “acalorar”, “frialdad”, “temperamento” pertenecen a una antigua teoría sobre las emociones.
En el siglo V a. C., en la Grecia Clásica, se gestó una de las teorías más importantes de la medicina. Hipócrates, que algunos dicen que no existió realmente, inventó una teoría para explicar las enfermedades. Según él, el cuerpo humano estaría compuesto de cuatro humores: la sangre, la flema, la bilis negra y la bilis amarilla. Las enfermedades serian un desequilibrio de los diferentes humores. Por ejemplo, un exceso de bilis negra producía la melancolía, lo que hoy llamamos depresión.
Hipócrates creía que la naturaleza estaba compuesta de cuatro elementos: el aire, el agua, la tierra y el fuego. A cada uno de ellos le correspondería uno de los cuatro humores del cuerpo humano: al agua, la flema; al fuego, la sangre; al aire, la bilis amarilla y, finalmente, a la tierra, la bilis negra. El temperamento de un individuo depende del predominio de alguno de los humores. Así, hay cuatro tipos mutuamente excluyentes, que serían estables a lo largo de toda la vida, y que darían cuenta de todas las variantes posibles de personas, así como de los trastornos mentales.
En el tipo sanguíneo, predominaría la sangre, y estaría caracterizado por un gran entusiasmo y actividad. En el tipo colérico, la bilis amarilla, siendo su tendencia la irritabilidad. El tipo melancólico, tendría demasiada bilis negra y una inclinación a la tristeza. El tipo flemático, demasiada flema y sería más bien frio.
Esta antigua teoría ha venido a ser confirmada últimamente por la ciencia. Hoy en día, las cámaras térmicas nos proporcionan imágenes de la temperatura del cuerpo de las personas. En un estudio en que participaron 700 voluntarios de Finlandia, Suecia y Taiwán, se descubrió que la temperatura corporal cambia con las emociones. Se invitó a los voluntarios a recordar situaciones muy emotivas, que les habían producido emociones como la tristeza, la ansiedad, la felicidad, etc. La cámara térmica detecto los siguientes patrones:
Hay emociones que disminuyen la temperatura corporal, y otras que la aumentan. Dicho de otra forma, nuestra energía se distribuye de forma diferente según como nos sentimos. Cuando sentimos rabia, por ejemplo, el calor se nos va hacia las manos, como preparándonos para atacar. En cambio, la tristeza nos deja sin energía, y nos quedamos fríos (azul en la fotografía). El amor y la felicidad llenan todo nuestro cuerpo de un suave calor.
La energía es un recurso que tenemos que aprender a invertir. Hay momentos en que necesitamos conservarla; por ejemplo, cuando nos sentimos impotentes porque no podemos hacer nada. En cambio, hay otros momentos en que nos sentimos desbordantes de energía, con necesidad de compartirla, expandirla. Son los momentos en que nos sentimos más llenos de vida.
¿Cómo generar estos momentos? Lo primero, no negando los sentimientos contrarios, como la tristeza, el pesar o la ansiedad, porque negarlos no hace más que restarnos energía. Luego podemos atraer sentimientos de alegría, bienestar, felicidad, haciendo actividades que nos gusten, aprendiendo aquellas cosas nuevas que siempre nos interesaron, saliendo de nuestros automatismos, esos espacios no conscientes. Y sobre todo no dejando de apreciar lo que nos rodea.
Para terminar, os dejo mi foto térmica.
¿A alguien se le ocurre lo que estaba sintiendo cuando me hice la foto?