¿Para qué trabajas?
¿Te preguntas para qué estás trabajando en lo que haces y qué sentido tiene?
Hoy me gustaría hablaros de un aspecto que cada vez es más frecuente en las sesiones con clientes y en círculos cercanos: cuántas personas conocemos, a las cuales podríamos poner nombres y apellidos, que desempeñan una actividad profesional que no les aporta nada, o simplemente un sueldo y una tranquilidad financiera para pasar hasta final de mes. En parte, uno de los motivos por los que esto se acepta es la incertidumbre al cambio, “mejor me quedo como estoy”. Recordando la fábula del elefante y la estaca, podríamos denominarlo “la estaca invisible”, porque quedamos anclados a ese tipo de vida.
En este post justo quiero hablar de esto, el para qué de lo que hacemos, qué nos moviliza en el día a día, cuál es nuestro propósito en esta vida y cuál es nuestro elemento.
Un estudio de Randstad, la empresa de recursos humanos número 1 en España, manifiesta que en el primer trimestre de 2019 elaboró un estudio a partir de más de 13.500 encuestas a profesionales ocupados en 33 países. Él análisis de dicha compañía revela que la tasa de insatisfacción de los profesionales españoles ya es del 29%. Fuente:
Es tan sólo una cifra, pero qué ha de haber detrás de tal elección para permanecer en un lugar que te hace infeliz, donde no te sientes realizado, y qué te enfrenta cada día el aceptar tal situación. El para qué puede ser un desafío en muchos aspectos de nuestra vida, no es únicamente en el trabajo: con un socio, con tu pareja, con tu compañero de piso, etc. El atreverse a desafiarse está en el interior de uno mismo, en la falta de confianza o el miedo al qué dirán. A veces la verdadera “estaca” es la barrera que forman las opiniones de las personas más próximas a ti, que se han generado unas expectativas y una imagen que no puedes defraudar. Otras veces los obstáculos no son únicamente las personas que conocemos, sino la propia competitividad con la que nos enfrentamos cada día, el miedo a fallar.
El miedo es una de las emociones más difíciles de gestionar y está muy ligado a la incertidumbre, es el miedo al futuro, al qué pasará. A las personas que no lo saben gestionar les genera angustia no saber qué elegir, o desconocer a dónde los llevará dicha elección.
Ken Robinson, experto mundial en el desarrollo del potencial humano, afirma que nuestro Elemento es el “lugar donde hacemos aquello que realmente queremos hacer y donde somos quienes siempre hemos querido ser”. Cuando se alinean dos aspectos, para mí los más importantes, la vocación y la pasión, es entonces cuando tu vida cobra otro sentido, tu “para qué” entra en sintonía contigo, realizas únicamente lo que te satisface y eres el mejor embajador de tus principios.
El «para qué» te pone en un contexto del significado, del propósito y de posibilidades infinitas que tienes por descubrir. Es como el combustible que hace que te levantes cada día como si fueras en un cohete lleno de energía, te hace vivir con entusiasmo, conciencia y pasión para tu día. Es algo más provocador y debe estar alineado con tus valores, tu esencia y tu autenticidad.
El propósito es un motivo u objetivo que nos moviliza y nos encamina hacia una dirección, y esta elección nos responsabiliza de nuestra vida. Responsabilidad, porque somos los creadores de nuestro destino, de nuestras elecciones, que no se deben dejar a manos del destino. Hay momentos en la construcción de nuestro camino donde no sabemos qué dirección escoger, aunque hay algo dentro de nosotros que nos empuja como si fuera ese hilo rojo que nos une a algo que sentimos pero que no vemos cuando nos desviamos del camino.
Este camino dispone de unas bandas rugosas en los laterales del asfalto que cuando las pisas vibran y te recolocan en tu sitio. Ahora, después de todo por lo que he pasado, veo que la ausencia de un propósito en mis comienzos me hacía sentir que no sabía cuál era mi elemento, pero es cierto que aquello en lo que me involucraba me hacía sentir un poco más cerca de este. En algunos momentos llegué a pensar que no estaba en el camino. El ir transitando, siendo fiel a mis principios y tirando de valores me pausaba el malestar por no saber si la dirección elegida me acercaba un poco a mi propósito. Con el tiempo me di cuenta de que era cuestión de tiempo de ir construyéndome poco a poco, progresivamente y respetándome.
Hoy agradezco a mi madre por las interminables charlas a altas horas de la noche. Ella me llevaba a reflexionar si lo que estaba viviendo y construyendo me acercaba a mi propósito. Ahora me doy cuenta de que inconscientemente seguía mi hilo rojo, el que me llevaría a donde hoy me encuentro.
Desde el coaching se puede trabajar para encontrar qué te hace vibrar, qué te moviliza y te hace cambiar la expresión de la cara cuando hablas de ello. El coaching te acompaña a encontrar tú el elemento y una vez que te pones en la senda, tu cuerpo empieza a desprender una sintonía que transmites como de si un aspersor se tratase. Cuando el cuerpo está en sintonía con tu mente, los dos danzan al mismo compás, como si de un vals se tratase, no se pisan, es imposible que esto suceda.