Post 365
Hoy 2 de agosto de 2020 publico mi post número 365 en Instagram y con este artículo el número 23 en el blog TDG Coaching. Desde entonces han pasado 2 años y una pandemia. En ese primer post escribía sobre las claves para conseguir una comunicación asertiva, no sólo con nuestro entorno sino también con nosotros mismos –algo que tendemos a olvidar en nuestro día a día, y con facilidad.
Llegar a este post 365 ha sido para mí un viaje. Cabe decir que uno de mis objetivos principales en este tiempo ha sido poder construir un espacio de reflexión en cada publicación y por ello me siento satisfecho pues he podido escuchar y conocer a grandes personas que con generosidad han compartido sus puntos de vista en este espacio sobre los temas que escribía, temas nacidos de mis experiencias o de curiosidades personales. ¡Qué gran espacio de intercambio de opiniones y experiencias!
Mis escritos plasman una parte de lo que he ido aprendiendo durante mi proceso vital, desde que me inscribí en el Máster de Autoconocimiento de la UB en octubre de 2015. Lo cierto es que estoy muy agradecido de haber decidido arrancar este viaje de autoconocimiento, al que hoy día aún no veo un final. Durante este proceso, no ha sido sencillo tomar consciencia e ir deshaciéndome de viejos automatismos y formas de hacer para dejar entrar nuevos aprendizajes. Esto me ha permitido ver por ejemplo, que la importancia de la dedicación a la hora de preparar una prueba deportiva o tener una buena alimentación y rutina de ejercicio para perder peso, es igual de importante que la que ponemos en encontrar respuestas a lo que sentimos o lo que resuena en nuestro interior. La mente es un músculo más del cuerpo, que, como cualquier otro, no podemos dejar de entrenar.
Después de finalizar en la UB vinieron otras formaciones que me ayudaron a acelerar y cambiar mi forma de ver el mundo. Dado que nadie pasa más tiempo con nosotros que nosotros mismos, no podemos olvidar que somos nuestro mejor compañero de viaje. Este proceso de autoconocimiento es lo más parecido a un camino interior que me ha abierto nuevas oportunidades para seguir aprendiendo y que también me ha ayudado a cuestionarme muchas cosas que daba por sentadas. Desde entonces todas las experiencias que he vivido me han permitido reforzar el propósito de seguir aprendiendo día a día.
Estas experiencias han sido posibles gracias, en parte, a esta mirada que me caracteriza y me acompaña desde muy pequeño, que no es otra que la mirada del eterno aprendiz. La curiosidad perenne ha sembrado mi camino de grandes descubrimientos que me han servido para seguir conociendo e indagando en nuevas metodologías que me permitan dar más amplitud –si cabe– a lo aprendido.
Mi mayor enseñanza se produjo cuando comprendí que cada vivencia personal es única, por lo que nada de lo vivido por otra persona nos puede servir. Algo parecido al refrán puertorriqueño que reza: “Nadie aprende por cabeza ajena”. Y es que en un principio pensaba que sí, que para hablar de algo primero debía pasar por ello, pero después simplemente aprendí que cada viaje es único por la casuística de la mochila que cargas, que es intransferible. Por este motivo a los pocos meses de acabar en la UB me inscribí al Máster de Coaching Teleológico y de Liderazgo Personal del Institut Gomà, que consistió en un primer año de desarrollo del autoconocimiento, y de un segundo de metodología de trabajo de la mano de Herminia Gomà, creadora del “Coaching Teleológico”. Las herramientas aprendidas me sirvieron para estar más atento y consciente durante todo mi proceso, viviendo cada etapa como una nueva oportunidad.
El Coaching Teleológico en el que me he formado no es directivo y tampoco da consejos, ya que el protagonista siempre es el cliente y nunca el coach. Cada cliente (viajero) construye su propio camino como él o ella decide y siempre desde la libertad. Este viaje se puede elegir hacer con un acompañante o con un coach. En el último caso, éste aporta un espacio de reflexión sin ningún tipo de juicio, lo cual, a su vez, le permitirá deshacerse del peso que lleva en su mochila cuando lo vea oportuno.
Tras estos años de aprendizaje, sumados a todo lo vivido desde mi más tierna infancia, decidí empezar a escribir un borrador con el objetivo de plasmar sobre el papel las experiencias y recursos aprendidos. A los pocos meses pasó a ser algo más que un borrador, pues ostentaba ya un pequeño libro donde expresaba todo lo que he vivido y construido desde el punto de vista de la recursividad, que no es otra cosa que el hecho de ir contando con recursos y experiencias de vida (buenas o no) que me ha permitido construirme y desarrollarme. Este viaje literario arrancó a principios de octubre del año pasado, una tarde en casa mientras hacía una línea temporal y anotaba los episodios más remarcables de mis 47 años.
Después de estas anotaciones arranqué unas conversaciones con mi madre y hermanos que me permitieron recoger información de mi trayectoria vital. Poco a poco, le fui dando forma dedicándome a escribir la gran mayoría de las mañanas de 5 h a 8:30 h, de lunes a viernes. Cada encuentro en la mesa del comedor con mi portátil se convertía en un momento íntimo y sagrado para mí y mi biografía. Un momento para reencontrarme conmigo mismo. Este libro me ha llevado más de 9 meses –que aún siguen–, y su escritura me permite expresar cómo las dificultades se pueden convertir en tu mejor aliado.
Todo esto, junto con el confinamiento por el Covid-19, me ha permitido dar casi por finalizado este proyecto, en un momento histórico donde todo ha cambiado. Si pensaba que había vivido muchas experiencias que me habían facilitado innumerables recursos, hoy me doy cuenta de que el Covid-19 me ha mostrado que pocas cosas seguirán como antes. Esto confirma que estamos expuestos a cambios constantes que no podemos parar ni obviar. Vienen momentos distintos en los que se nos abrirán nuevas formas de proceder, y la resistencia que pongamos a estos cambios nos generará más sufrimiento, como si cargásemos una gran losa.
Ya a las puertas de las vacaciones espero poder desconectar del día a día y dejar reposar el trabajo realizado hasta ahora para volver a las lecturas que tanto me han aportado y que decidí aparcar para centrarme únicamente en el libro. A la vuelta, y posiblemente durante unos meses, lo retomaré para llevar a cabo los últimos cambios y poder compartirlo.