La facultad de pensar sobre el pensar puede constituir el atributo crítico que nos distingue de todas las demás especies. 

Michael C. Corballis

En tiempos difíciles, como dijo Albert Einstein, “Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas que las soluciones”. En momentos así necesitamos confiar en nuestras capacidades para crear nuevos entornos, adaptarnos y disponernos para ver los recursos que nos rodean. Es la ocasión perfecta para reconocer nuestros logros y las posibles soluciones que, sin saberlo, hemos creado como Humanidad. 

Estamos atravesando una crisis a nivel mundial sin precedentes. Las crisis son momentos cruciales que definen la dirección del futuro próximo, y en este sentido son idóneas para reflexionar sobre lo que necesitamos. El virus Covid 19 y lo que nos está haciendo vivir nos recuerda que somos frágiles y que estamos en peligro como especie, por mucho que nos protejamos. Es el momento de entender cómo queremos afrontar esta crisis mundial. 

Por otro lado, durante el confinamiento nos hemos dado cuenta de que no únicamente necesitamos recursos materiales (como un ordenador o wifi para trabajar y contactar con nuestro entorno desde casa), sino que también necesitamos recursos personales, sociales y emocionales para sobrellevar esta situación. Todo ello nos hace ver la recursividad como una necesidad de vida.

La recursividad es un concepto tan abstracto como desconocido (es llamado también recursión o recurrencia). Para entenderlo debemos ir a la etimología de la palabra recursividad, la cual tiene raíces latinas y significa “cualidad de repetirse indefinidamente que presentan algunos hechos”. Sus componentes léxicos son el prefijo re- (“hacia atrás”, repetición), el lexema cursus (“carrera) y los sufijos -ivus (“relación activa o pasiva”) y –dad (“cualidad”). Es interesante subrayar que la lengua inglesa ofrece dos variantes de la misma forma con significados distintos: recursión, que hace referencia al carácter recursivo o recurrente, y resourcefulness, que indica la capacidad de disponer de recursos. 

La recursividad nos permite, como seres humanos, vincular diferentes partes de nuestra experiencia. Estas experiencias se van construyendo en los eventos que vivimos a diario (como los cursos de formación, que son por sí mismos una acumulación de recursos) y se convierten en utillajes que van tirando de ellos a lo largo de nuestra vida. Siempre están a nuestra disposición para cuando los necesitamos, y si es necesario se concatenan para afrontar una situación donde se requieran más. Así pues, “Tú eres tus recursos.”

Comenzamos a adquirir y almacenar recursos desde muy pequeños, y los vamos ajustando al momento que nos toca vivir (los recursos se ajustan al momento, al contexto social y al entorno personal). Ante una situación determinada, pues, contamos con unos recursos y con la información necesaria acumulada hasta entonces para afrontar el momento. Una vez pasada esta situación tendremos otros recursos que nos permitirán afrontar la misma situación pero de otra forma, es decir, con más recursos porque los habremos reformulado y aumentado, lo cual nos hará crear otra versión de los hechos que nos enriquecerá.

Recursividad

Como ejemplo de este funcionamiento son muy ilustrativas las muñecas rusas, pues observamos que la más grande está compuesta de otra casi idéntica, en la que lo único que cambia es el tamaño. Se podría decir que los recursos son exactamente lo mismo, ya que se van edificando con la suma de experiencias. 

Ahora que sabemos que todos los seres humanos somos recursivos, es vital que los pongamos en acción para disminuir el miedo, gracias a la confianza en nosotros mismos y en nuestros recursos, así como en nuestra habilidad para usarlos –que también es otro recurso (por eso la recursividad es recursiva en sí misma)–. Pensar cómo afrontar una situación es ya de por sí un recurso (pensamiento recursivo), porque estamos pensando cómo vamos a solventarla sin haberlo hecho todavía (recursividad aprendida).

Uno de los recursos que actualmente identificamos con más frecuencia y facilidad es la tecnología, que nos permite mantener a salvo nuestros puestos de trabajo y evitar que la economía se detenga por completo. La tecnología no sólo está relacionada con el flujo de la economía esta es la relación más evidente–, sino que también nos permite estar conectados con nuestro entorno e impedir que se magnifiquen los efectos del aislamiento en nuestra salud mental. Además, juega un papel muy importante a la hora de encontrar un espacio de distracción y de informarnos sobre maneras adecuadas de sobrellevar el encierro. Ahora bien, otro de los efectos de la tecnología es la sobreinformación, que nos puede llevar a estados de ansiedad o pánico. Aquí es donde necesitamos identificar cómo queremos utilizar este recurso y entender que está en nuestras manos ser recursivos. Necesitamos conectar con la confianza y la solidaridad, informarnos sin sobreinformarnos y hacernos responsables de elegir los recursos que nos rodean y que podemos usar en esta crisis. La tecnología es sólo un ejemplo, pero ¿qué otros recursos podemos utilizar en este momento de crisis? 

Pensábamos que las crisis paralizaban el progreso, pero es todo lo contrario. Nuestro cometido ahora es reinventarnos, y para ello necesitamos crear nuevos recursos ante una realidad desconocida que se está empezando a abrir y para la que no hay marcha atrás. Los cambios que estamos viviendo son tan grandes que nos obligan a replantearnos incluso cómo debemos salir a la calle, ir a trabajar, utilizar el trasporte público o hacer algo tan simple como ir a tomar un café. En Italia ya están planteando soluciones para ir a la playa separando a las personas con divisiones de metacrilato (¿quién se podría imaginar que ir a la playa sería tan chic?, ¡se acabó la guerra de sombrillas a primera línea de mar!).

Ya podemos salir a la calle, aunque con algunas restricciones, y en breve vamos a poder volver a nuestros puestos de trabajo, donde veremos que habrán cambiado muchas de las rutinas a las que estábamos habituados, como un simple abrazo o un apretón de manos. También habrá cambiado la forma de relacionarnos en las empresas, porque para qué vamos a desplazarnos si con una videollamada podemos conseguir el mismo cometido y con más agilidad. En los colegios y universidades sucederá más de lo mismo. Hasta los bancos están pensado en acelerar su transformación digital después de esta situación, como decía una conocida presidenta de la banca.

Y ya que estamos hablando de cambios, ¿quién se hubiera podido imaginar que el hecho de dejar respirar al planeta nos iba a devolver la primavera y regalar tantos días de lluvia (hasta en Zaragoza no se ha visto el cierzo)? Los animales han tomado las ciudades, campando a sus anchas por calles y parques. Se han visto delfines en los canales de Venecia, y, sin ir tan lejos, también por alguna de nuestras costas. ¿No estaremos desoyendo algún mensaje….?